De
vuelta de nuestra movilidad en Berlín, dentro del proyecto Erasmus+
We Always, unas breves notas sobre lo que ha supuesto para doce
alumnos y alumnas y dos docentes, que hemos vivido una nueva
experiencia educativa y personal junto a alumnado y profesorado de
nuestros centros socios de Eger (Hungría), Marsella (Francia) y
nuestro anfitrión, el Thomas-Mann Gymnasium de la capital alemana.
Desde que llegamos a media noche del pasado domingo hasta que hemos vuelto el sábado siguiente, creo que quienes hemos tomado parte en el encuentro compartimos de forma generalizada dos sensaciones.
La primera es de vértigo. Se han sucedido los días en una frenética carrera de actividades que, una vez de regreso, se evidencian en un cansancio acumulado que se deja sentir casi de inmediato. En efecto, hemos compartido, trabajado, conocido y visitado, echado de menos nuestro hogar y, a la vez, lamentado tener que volver tan pronto… Muchas sensaciones a veces contradictorias que se acumulaban sin tregua.
En el espacio de visitas destacaron un circuito en las calles del centro de Berlín por equipos internacionales, una caza del tesoro, una fantástica visita a la exposición Durch Mauern Gehen en el Gropius Bau, en la que reflexionamos desde el arte en el significado de los muros y barreras que nos separan, un viaje de realidad virtual por el Berlín de la antigua República Democrática Alemana, un paseo por un mercado de Navidad, una escapada para recorrer la East Side Gallery y sus famosos murales…
En el apartado institucional, las visitas al ayuntamiento de Reinickendorf, el distrito berlinés en el que se encuentra el Thomas-Mann, la acogida oficial por parte del centro, una sesión de debate abierto sobre Europa y sus perspectivas de futuro en la Cancillería Federal…
En cuanto a trabajo se refiere, la exposición del que hemos ido desarrollando en los dos últimos meses y del que tenéis noticias por algunas entradas del blog, la preparación y puesta en escena de la feria en torno al muro de la escuela, espacio que ha enmarcado las tareas en torno a patrimonio cultural (música, juego, danza, gastronomía, etc.), las reuniones de coordinación del profesorado con el fin de evaluar nuestro recorrido, repensar y recordar responsabilidades y llegar a acuerdos para la próxima movilidad…
La dimensión personal, enlaza con la segunda de las sensaciones a las que me refería al principio: intensidad.
La mayoría de nuestro alumnado, todo el que nos ha sido posible, se ha alojado en familias del alumnado que asiste al centro alemán. Hemos intentado que pudieran experimentar una verdadera inmersión en otras culturas, otras formas de vida que se suman a un contexto de barrio de gran ciudad, muy diferente al de costumbre e incluso al de un clima bastante más restrictivo para actividades que realizamos por lo común en nuestra ciudad.
Esta experiencia de lo distinto supone algo intenso para el alumnado, no deja de ser en sí misma un muro del que aprender, una barrera que en los momentos malos nos parece infranqueable pero que, al igual que sucedió en nuestro principal evento de trabajo, podemos deconstruir para convertir lo que nos separa en oportunidad, en un camino hacia los otros. Reconocerlo en lo que nos concierne como personas es probablemente una de las mayores enseñanzas con la que la movilidad nos ha enfrentado.
Desde que llegamos a media noche del pasado domingo hasta que hemos vuelto el sábado siguiente, creo que quienes hemos tomado parte en el encuentro compartimos de forma generalizada dos sensaciones.
La primera es de vértigo. Se han sucedido los días en una frenética carrera de actividades que, una vez de regreso, se evidencian en un cansancio acumulado que se deja sentir casi de inmediato. En efecto, hemos compartido, trabajado, conocido y visitado, echado de menos nuestro hogar y, a la vez, lamentado tener que volver tan pronto… Muchas sensaciones a veces contradictorias que se acumulaban sin tregua.
En el espacio de visitas destacaron un circuito en las calles del centro de Berlín por equipos internacionales, una caza del tesoro, una fantástica visita a la exposición Durch Mauern Gehen en el Gropius Bau, en la que reflexionamos desde el arte en el significado de los muros y barreras que nos separan, un viaje de realidad virtual por el Berlín de la antigua República Democrática Alemana, un paseo por un mercado de Navidad, una escapada para recorrer la East Side Gallery y sus famosos murales…
En el apartado institucional, las visitas al ayuntamiento de Reinickendorf, el distrito berlinés en el que se encuentra el Thomas-Mann, la acogida oficial por parte del centro, una sesión de debate abierto sobre Europa y sus perspectivas de futuro en la Cancillería Federal…
En cuanto a trabajo se refiere, la exposición del que hemos ido desarrollando en los dos últimos meses y del que tenéis noticias por algunas entradas del blog, la preparación y puesta en escena de la feria en torno al muro de la escuela, espacio que ha enmarcado las tareas en torno a patrimonio cultural (música, juego, danza, gastronomía, etc.), las reuniones de coordinación del profesorado con el fin de evaluar nuestro recorrido, repensar y recordar responsabilidades y llegar a acuerdos para la próxima movilidad…
La dimensión personal, enlaza con la segunda de las sensaciones a las que me refería al principio: intensidad.
La mayoría de nuestro alumnado, todo el que nos ha sido posible, se ha alojado en familias del alumnado que asiste al centro alemán. Hemos intentado que pudieran experimentar una verdadera inmersión en otras culturas, otras formas de vida que se suman a un contexto de barrio de gran ciudad, muy diferente al de costumbre e incluso al de un clima bastante más restrictivo para actividades que realizamos por lo común en nuestra ciudad.
Esta experiencia de lo distinto supone algo intenso para el alumnado, no deja de ser en sí misma un muro del que aprender, una barrera que en los momentos malos nos parece infranqueable pero que, al igual que sucedió en nuestro principal evento de trabajo, podemos deconstruir para convertir lo que nos separa en oportunidad, en un camino hacia los otros. Reconocerlo en lo que nos concierne como personas es probablemente una de las mayores enseñanzas con la que la movilidad nos ha enfrentado.
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